das Ubermensch in Freeland Republic
jueves, abril 30, 2009
 
JUVENTUD
Enero
Voy con el tío Román en medio de la carretera. Me está hablando de no sé qué cosas. De pronto me dice que me ponga el cinturón de seguridad. Un carro nos golpea por detrás. Nos sacan de la carretera. Golpeamos un árbol. Mi tío baja del carro y me dice que no me baje. Veo unas personas que vienen hacia nosotros. Uno de ellos golpea a mi tío en la cabeza con un bat de beisbol. Le grita algo. Otro de ellos me baja del carro.
Me llevan en su carro. Uno de ellos pregunta que van a hacer conmigo. Unos minutos después uno de ellos, el más viejo, dice que me dejen allí. Pero le dice al conductor que le dé más rápido al carro. No digo nada en todo el viaje, y no digo nada en este momento. Me salen lágrimas de los ojos. Un tipo grande y gordo me tiene sujetado por el brazo. Abre la puerta de la camioneta en que vamos. Siento el aire muy fuerte y me avientan.
Marzo
Ayer me pude volver a poner en pie. Un pie no lo puedo mover bien, pero puedo caminar. Mi tío se quedo sin un ojo. Y sigue con un parche en la cara. Mi hermano habla poco pero empieza a entender el contexto en el que vivimos. Algunos lujos, y algunas desgracias. Mi tío pasa la tarde conmigo. Estamos en el rancho. Me habla un poco de todo, y mucho de nada. Me dice que yo no tengo que ser tan burro como él. Que al final yo voy a administrar todo este negocio. Yo sé que no se refiere al rancho. Me dice que a veces hay algunos problemitas. Nada que lamentar. Al final son ellos los que lo van a lamentar. Me dice que hay mucha gente envidiosa cerca de nosotros. Y que muchas veces no podemos confiar en todos. Me habla mucho de esa palabra confianza. La verdad es que no entiendo muy bien que quiere decir con eso. Se lo digo. Da una risa muy fuerte. Después se queda en silencio.
Junio
Hoy cumplo catorce años. Hay fiesta en la casa y está lleno de gente. La gran mayoría amigos de mi tío. No sé cuantos borregos mataron esta mañana en la bodega para celebrar. Otros muchachos me hablan. Son hijos de un tal señor Morales. Nos alejamos de la fiesta. Uno de ellos parece menor que yo, y trae una pistola que apenas puede levantar. Hay un perro que se está muriendo. Le dispara dos balazos en las piernas, y uno en la cola. Alguien nos grita -¡que chingados están haciendo!. Salimos corriendo. El perro queda agonizando.
Es de noche y llega una camioneta. Se mete a la bodega. Unos minutos después llega un ayudante de mi tío y me despierta. Salgo con él. Escucho un perro que parece agonizar. Nos metemos a la bodega y veo que tienen a tres personas amarradas a unas sillas. Reconozco al gordo que me aventó del carro. Mi tío parece enfermo. Se quita el parche para que vean el hueco. Con un bat de beisbol les pega a todos en las rodillas. Mi tío no deja de gritar. Sus gritos de satisfacción son más altos que los gritos de dolor de estas personas. Le dice a un ayudante que saque las navajas y que les corte los parpados. Mi tío se acerca y prende un cigarro. Se queda pensando. Me da el cigarro y me dice que busque el iris o la cornea o cualquier chingadera que este por allí. Me dice que empiece por el gordo.
 
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