Todos se cagan de risa, y vuelven a sentirse tranquilos, parece un juego que sinuosamente se traslada repetidamente tratando de hacernos reír del estupido en turno, hablamos de la vida y nos burlamos de los demás con la intención de que nadie vea nuestros peores detalles, nuestros demonios internos dialogan intentando expulsar nuestra mierda en contra de aquellos que más amamos y odiamos. La gente que nos conoce poco, nos es irrelevante, sabe demasiado poco de nuestro pasado, y le interesa un carajo nuestro futuro. Es aquí donde jugamos al ignominioso juego de ser sociables.