das Ubermensch in Freeland Republic
martes, abril 24, 2007
 

Hoy cumplo 64 años de edad, tengo un hijo del cual no recuerdo su cara, alguna vez tuve una familia, alguna vez tuve un empleo bien pagado, ahora tengo una casa que mide cuatro por seis metros, tengo una cama, una mesa, una estufa, una silla, tres platos, dos cucharas, un tenedor, un vaso, un bote para cuando se gotea la casa, así me evito tener que sacar el agua con la escoba que tengo amarrada a la reja de la ventana, no me gusta tenerla adentro, me recuerda que tengo que limpiar la casa, hace mas de dos años llegaba un perro a comerse la comida que sacaba afuera, venia todos los días, hasta que un día iba a la parada del camión y lo vi muerto en la calle de tierra. La mayor parte del día lo paso viendo el techo de lamina que cubre mi casa, acostado, pensando en los objetivos de mi vida, en las cosas que hice, en que realmente disfrute lo que logre, pero después, nada. Toda mi vida plante los objetivos, y estaba seguro que después no seguía nada, era un gran vació, era la muerte, pero no llegó. Sigo aquí, esperándola, caminando día a día, jugando al absurdo de subirme a los camiones y viajar, entendiendo que realmente estamos solos, y nadie esta nunca con nosotros. Qué relevancia puede existir si estoy con alguien o si estoy así. Ninguna. En mi cama apenas cabemos yo y mi enorme panza, hoy me levanto temprano, son casi las seis de la mañana. Sigo respirando.

 
jueves, abril 12, 2007
 

El autor se encuentra inmerso en su propio egocentrismo, considera impensable tratar de congeniar ideas que se vuelvan difusas al momento de confrontarlas con otras, alguien llega a la puerta, y toca, siente una pesadez al momento de levantarse, esta se agudiza a cada paso que realiza, siente inmenso el dolor que le provoca en su pecho, tanto humo despedido por tantas cajetillas de cigarro que fuma diariamente, su vida, se convierte en un tremendo génesis de oportunidades cuando ve la cara del pequeño niño que abre su puerta, el pequeño tiene una caja negra, se la entrega sin el mas mínimo respeto, y sale corriendo. El hombre cierra la puerta de un golpe, voltea hacia su mesa, la pone como un objeto extraño, la observa con detenimiento, se da cuenta que se esta obscureciendo, el ambiente lo asfixia, y se quita el abrigo que lo cubre, abre la caja y escucha el llanto de una mujer.

 

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